Tal parece que ya no son novedad las cifras que reflejan la magnitud de los mortales estragos que está ocasionando el coronavirus en México. En el lapso de 9 meses de pandemia y 183 días de la "nueva normalidad&rdquo, ya suman 104,873 fallecidos y 1,090,675 contagios acumulados. En las últimas 24 horas se sumaron 12,081 nuevos contagios y 631 nuevos decesos, una verdadera hecatombe a la que ya nos estamos acostumbrando. Es más que probable que de esas cifras, el 99% de las victimas corresponda a los sectores más precarios de la población. Así ha sido siempre, no hay razón para que en esta ocasión sea diferente.
En los conflictos armados registrados en nuestra historia, quienes sacrificaron sus vidas para que el anhelado cambio se lograra, fueron las masas trabajadoras. Así sucedió en la guerra de independencia, donde las cifras más conservadoras calculan entre 250 mil y 500 mil muertes en el periodo que va de 1810 a 1821; 11 años aproximadamente se necesitaron para superar este conflicto. En la guerra de Reforma, en el periodo comprendido entre 1857 a 1861, se calcula que esta guerra cobró la vida de 200 mil mexicanos. En el conflicto que conocemos como revolución mexicana, que inicio en 1910, más de un millón de mexicanos perdió la vida. Entre el censo de población de 1910 y el de 1921 se registró una diferencia de poco más de un millón de personas. Durante el tiempo que duro este conflicto armado sucedieron otros acontecimientos donde se registraron considerable número de muertes por causas como la hambruna o los fallecidos a causa de la gripa española de 1918 la cual, aseguran, llegó a causar la muerte de 450 mil personas. Nuestra historia registra que la inmensa mayoría de las víctimas en esos acontecimientos los puso el pueblo humilde.
Los acontecimientos históricos mencionados brevemente, tuvieron una dimensión particular, determinada por cada una de las condiciones concretas que le dieron origen. La actual pandemia causada por el coronavirus SARS-CoV-2, no es exclusiva de alguna nación en particular, tiene dimensión planetaria, está afectando a todas las naciones del mundo.
Y, sin embargo, las consecuencias mortales que se conocen de una a otra nación, registran marcadas diferencias. La causa de esto solo se puede explicar por la manera en que cada nación está enfrentando esta pandemia. Ahí donde la salud de los gobernados son prioridad, la autoridad local no limita esfuerzos ni recursos para garantizar, hasta donde es posible, la salud y supervivencia de su población, atendiendo sobre todo a los más vulnerables, que en todas las naciones del mundo son mayoría. Aquí las víctimas mortales son mucho menos que donde a la población, prácticamente se le deja a su suerte.
Las naciones que se desarrollan ya en la etapa del imperialismo, la más rapaz de las economías de mercado, donde es prioridad obtener la máxima ganancia a los productos del trabajo del hombre, ahí, las estadísticas oficiales registran un elevado número de víctimas. Los gobernantes aquí, han dejado a su suerte a la población. La misma Organización Mundial de la Salud (OMS), describe esta actitud como la "inmunidad del rebaño”: que se infecten todos los que se tengan que infectar y que se mueran todos los que se tengan que morir. En estas naciones, la encomienda oficial a los encargados de la salud pública, es que intervengan en lo más mínimo, que solo estén atentos a las estadísticas para que las registren puntualmente.
Algo parecido pasa en nuestro país, solo aclaramos que estamos lejos de vivir en la etapa superior del capitalismo, pero como apéndice económico que somos de Estados Unidos, no es raro que nuestras autoridades piensen parecido.
Conminar a la población que permanezca en casa, obligó a amplios sectores sociales que, con los medios que tuvieron a su alcance, hicieran saber a las autoridades la necesidad de que la política administrativa federal garantizara alimentos a las familias para que pudieran sobrellevar la contingencia sanitaria, pero como todos sabemos, hasta hoy la respuesta oficial es nula.
Como ahora nos consta, esta actitud no se limitó al ya largo tiempo que dura la pandemia que padecemos. Los acontecimientos no tan recientes de las inundaciones en el sureste mexicano y, muy particularmente las que padece el estado de Tabasco, necesitan de una respuesta inmediata para brindar el apoyo necesario a las familias en desgracia; pero aquí también la respuesta oficial brillo por su ausencia. Las familias afectadas llevan ya más de 60 días en esa lamentable situación.
Ante un panorama así, no vemos mejor alternativa que hacer caso al llamado que hace unos días hizo el secretario general del Movimiento Antorchista Nacional, ingeniero Aquiles Córdova Morán al pueblo de México: hay que organizarnos, el pueblo necesita organizarse para garantizar bienestar a sus familias. Solo organizados será más efectiva su lucha por lograr que se atiendan sus problemas y se tomen en cuenta las necesidades que el pueblo pobre padece.
Considero que ha transcurrido el tiempo suficiente para desengañarnos de que eso de: "por el bien de México, primero los pobres” y "Morena la esperanza de México&rdquo, para nada se corresponde con la política social que la administración federal ha desplegado en todo el territorio nacional. A medida que el tiempo pasa, queda más claro que sus eslogans de campaña fueron sólo eso, frases para atrapar incautos y legitimar sus muy particulares ansias para acceder al poder.
La situación que los mexicanos viven en estos momentos es grave y, debe quedarnos claro, que los responsables de aplicar una política que garantice el bienestar social y la aplicación de una estrategia económica efectiva para hacer frente y superar la situación de contingencia que tenemos, es responsabilidad exclusiva de la administración federal que encabeza el licenciado Andrés Manuel López Obrador, pero por los resultados que a diario se generan, es evidente que no hay ni política de bienestar social ni estrategia económica efectiva que aplicar. Y, si la hay, es errónea; los hechos así lo confirman.
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